miércoles, 3 de junio de 2009

"Eloísa Cartonera" o el arte como antídoto de la crisis


Es un pequeño milagro en plena crisis: una cooperativa argentina, Eloísa Cartonera, logró editar libros hechos con cartones levantados de la calle por los excluidos de la economía, en un modelo adoptado en toda América Latina que ahora seduce a Europa.

"Pasaba todos los días por aquí pero no me atrevía a entrar, porque mis cartones no eran suficientemente lindos", dice Miriam Merlo, 23 años, una ex cartonera a quien llaman La Osa. Su mirada se ilumina cuando recuerda el día en que cambió su vida, cuando el equipo de Eloísa le propuso pintar la tapa de un libro y, desde entonces, nunca más lo dejó. "Antes no leía nunca. Ahora tengo mis libros favoritos", descata La Osa con orgullo, sin dejar de pintar las tapas que le acercan. "Sos la Osa más feliz del mundo", le lanza desde el otra punta de la sala Washington Cucurto, 35 años, uno de los fundadores de la cooperativa nacida en 2003, tras la gran crisis argentina de finales de 2001 y 2002.

Eloísa Cartonera publica libros de autores reconocidos como César Aira, o de más jóvenes como Alejandro López, dispuestos a ceder sus derechos para ayudar a la comunidad de cartoneros, esos trabajadores informales que reciclan parte de los residuos de Buenos Aires. Gracias a estas donaciones, la cooperativa puede editar 5.000 libros por año y pagar a los cartoneros cinco veces más de lo que se abona en un centro de compra.

Cucurto se transformó en un escritor de culto, objeto de conferencias y tesis de doctorado en las universidades estadounidenses. La universidad de Madison (en Wisconsin) organiza en octubre próximo el primer encuentro de editoriales cartoneras. Pero Cucurto mantiene la cabeza fría. Vigila la impresora Multilith 1250 que marcha a pleno, con un ruido entrecortado.

La idea de Eloísa fue retomada en Perú por Sarita Cartonera, en Bolivia por Yerba Mala Cartonera, en México por La Cartonera y Santa Muerte, en Paraguay por Felicita Cartonera y Yiyi Jambo, en Brasil por Dulcinéia Cartonera, y sigue la lista.

Afuera del local, sobre las mesas instaladas en la vereda, Juan Guillermo Gómez, un colombiano de 34 años, y Alejandro Miranda, un chileno de 30, pegan los cuadernos adentro de sus tapas, con ayuda de grandes pinceles. Juan Guillermo y Alejandro son ayudados por dos voluntarias portuguesas, Verónica Conte, de 32 años, y Joana Bertholo, de 25, llegadas desde Montijo, cerca de Lisboa. "La versión online de Eloísa Cartonera no permite imaginar hasta qué punto esta gran familia es preciosa", dice Joana.

Un poco más lejos, una pareja de jóvenes acaba de llegar y se pone a pintar. Daniel Pedache y Soledad Rithner, 32 años, pasan por ahí para dar una mano. La noche cae y se escucha ahora hablar italiano. Massimo Roccaforte, 38 años, muy entusiasta, pide que le muestren esos libros transformados en objetos de arte. Distribuidor de pequeñas editoriales en toda Italia con su grupo, NDA, Roccaforte explica que quisiera "hacer un test en una decena de librerías italianas".

"No se trata sólo de vender un objeto, sino de transmitir un mensaje y ayudar a un cartonero: la lógica comercial está en función de apoyar un proyecto cultural", asegura. Cucurto escucha pero no muestra la menor debilidad para los negocios. -"¡En Europa, podés venderlos a 20 euros cada uno!, exclama. -"¡Nunca en la vida!", responde Massimo. El negocio concluye rápidamente: Massimo compra 70 ejemplares a tres euros cada uno, otros 20, de los más sofisticados, a cinco euros y dice que los pedirá por millares si los italianos se dejan seducir por Eloísa. Se va con un pequeño afiche que la Multilith 1250 acaba de producir para él. En él se puede leer: Eloísa Cartonera, anche in Italia". Ahora, también en Italia.

Indalecio Álvarez

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